lunes, 21 de marzo de 2016

Bueno y malo



Bueno y malo
Raúl Arias.

Lo bueno de la poesía
es que crees que eres un poeta
y te sientes volar
-como una mosca, o un helicóptero
o un ángel quizás-
y no tocas tierra y
vuelas con una emoción inexplicable.
Lo malo de la poesía
es que después de haber volado
por un tiempito
sufres el golpe del aterrizaje
y quedas entre
las miradas inertes de la realidad
y escuchas voces socarronas
y piensas que volar
fue lo más ridículo
que te ha ocurrido
y llegas a pensar:
esta mierda no es mía.
Lo bueno de la poesía
es que te abre puertas,
sobre todo las puertas
de rostros desconocidos
y de ojos que te dicen:
ah, es un poeta,
mucho gusto;
y las chicas se acercan
hasta querer tocarte
y quisieran sacar una flor de tu boca
para que la brindes.
Lo malo de esa vieja
es que te hace pensar:
¿Soy ciertamente un poeta?
¿debo publicar
o solamente leer y declamar?
Las dudas vienen y
zumban como moscas.
Lo bueno
es que pasado un tiempito
decides publicar.
Lo malo es que no tienes editor,
debes encontrar uno,
solicitar auspicios,
someterte a trámites burocráticos,
pendejos y horribles;
poner cara de inocente,
correr de un lado a otro
hasta que tu libro salga.
Sigue siendo malo
el que tengas que organizar
el lanzamiento,
y cuando ya todo esté listo
pedir a un amigo que te presente,
si es que no te han dado escogiendo
a un ignorante para que lo haga.
Lo bueno es que los amigos
te invitaron dos días antes del lanzamiento
a celebrar tu conquista
y bebieron demasiadas cervezas
y luego demasiados wiskis y tequilas.
Lo malo –¿o bueno? ¿qué será?-
es que no llegaste nunca
al lanzamiento
porque te encontrabas en el hospital
poniéndote suero tras suero
y ya por fin
piensas que la poesía
es una bailarina negra
que baila solo para ti.


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