José Ron
En la televisión, radios, revistas, periódicos y publicaciones de todo tipo, y con la utilización de instrumentos de primera calidad, esto es, papelería a todo color, diseños ingeniosos y variadas formas de argumentaciones mercantiles se difunden sin cesar mensajes con múltiples contenidos subliminales y también muy directos que golpean a diario y de manera insistente en las mentes y las sensibilidades de las poblaciones que en forma pasiva se ven obligadas a recibir estos productos elaborados de los mercados, preferentemente de los transnacionales que dominan el mundo contemporáneo.
Se usa y abusa de la comunicación
en un solo sentido.
Datos muy conservadores señalan
que en revistas de Ecuador la publicidad alcanza un 16%, en los canales de TV
el 40% y en la prensa el 25%.(EDUTEC).
Los receptores no tienen ninguna
opción para comentar o replicar lo que implica estos abusos del poder económico
y político.
Y claro que hay abuso y, además,
represión. Y todo se lo hace invocando el sacrosanto principio de la libre
competencia y de las inagotables promesas de progreso con paz y justicia. Para
ello se cuenta con la abierta o encubierta complicidad de los gobiernos de
turno y de mandatarios que no reparan en usar disfraces de revolucionarios y
servidores incondicionales de todos y todas, en especial, lo repiten, de los
más vulnerables y desprotegidos. Ofensiva realidad que se ve fortalecida y
sostenida por los medios de comunicación
masiva.
A tal punto llega la contaminación
publicitaria que un diario reconocidamente empresarial, hace pocos días,
reclamaba por el exceso de carteles y anuncios que se despliegan, aparentemente
sin ningún control, en puntos estratégicos de la ciudad. Y esto es explicable
puesto que vivimos en un mundo mercantilizado por los cuatro costados, todo lo
cual aparece como normal. Y nos ha domesticado sin otras posibilidades de lo
que se ha dado en llamar eufemísticamente el “buen vivir”. Lamentablemente,
hasta las redes sociales se encuentran atrapadas por estas prácticas del mundo
mercantil.
En este planeta estamos, en este
mundo vivimos y no sabemos hasta cuándo
no seremos capaces de decidirnos a
actuar y responder consecuentes con ese
BASTA que, por cierto, no es el “basta” que usa el gobierno con frecuencia.
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