jueves, 14 de mayo de 2015

POETISA


Julio Trujillo


Con la palabra 'poemario', el libro sufre una devaluación. Poemario es como un diminutivo, como un apodo cursi. Con la palabra poetisa, los hombres tendrían que pedir ser llamados poetos. Picantes juicios de Julio Trujillo.

¿Ya leíste el poemario de la poetisa Arúgula Chacel?, me preguntó un compañero de la oficina. Pensé en no responder, porque no me identificaba con ninguna de las palabras de su pregunta, pero finalmente le dije: No. No conozco a Rúcula Chacel, pero sí te puedo decir que no me gustan nada las palabras poemario y poetisa. Son casi tan feas como mingitorio y empoderamiento.

Arúgula, me dijo. ¿Qué?, le pregunté. No es Rúcula sino Arúgula. ¿Por qué no te gustan esas palabras? ¿Qué tienen de malo?, reviró, y yo pensé que iba a tener que argumentar por primera vez en voz alta algo de lo que estoy seguro en silencio pero sin saber exactamente por qué. Es como decirle cuentario a un libro de cuentos —me arranqué—. No sé, siento que con esa palabreja el libro sufre una devaluación. Si me hubieras preguntado por el libro de Rúcula Chacel estaría en igualdad de circunstancias que cualquier otro libro, pero poemario es como un diminutivo, como un apodo cursi, aunque reconozco que la palabra es correcta y existe, pero no me gusta. Lo último que quiero yo es escribir poemarios, yo escribo poemas, que luego son libros, y ya, y le di un golpe sobreactuado a mi escritorio.

Arúgula, me dijo. ¿Qué?, le pregunté. No es Rúcula sino Arúgula. ¿Y por qué no te gusta poetisa?, me preguntó. Esa es más fácil de responder, le dije. Para empezar, poeta termina en a, por lo cual tendrían que ser los hombres quienes pidieran ser llamados poetos, jajajaja.

Pero mi compañero de la oficina no se rió, así que proseguí. Una vez más, la palabra es correcta, pero poeta funciona perfectamente para todos, ¿no te parece? Usar poetisa es pedir una distinción innecesaria, un trato especial, con guantes, que además de todo suena extraordinariamente anticuado, como del porfiriato.

Vamos: ni Safo era poetisa: era poeta, y de las chingonas. ¿Cómo te explico? El solo uso de la palabra poetisa, si es aceptado por la poeta, es anuncio de que la poesía va a ser chafa. Imagínate que usáramos poetiso, pues es lo mismo. ¿Rúcula se autonombra poetisa?, terminé por preguntarle, consciente de que era Arúgula, pero ya estaba comenzando a divertirme. Arúgula, me aclaró, molesto. No sé, pero yo soy el que le dije poetisa, y además me parece que el libro es muy bueno, ya lo tengo todo subrayado.

¿Quién es Safo? ¿Es mujer?, me preguntó. Sí, le respondí, fue una poeta de la antigua Grecia, Platón la llamó “la décima musa”, en realidad no se sabe mucho sobre su vida y sólo han sobrevivido algunos fragmentos de su poesía, pero si quieres le decimos Safa, para que no te hagas bolas.

¿Cómo se llama el libro de Arúgula?, le pregunté ya sin bromas, en tono solemne y respetuoso. Se le iluminó la mirada. Abraza la brasa, me respondió con satisfacción. ¿Qué? Es el peor título que he escuchado en mi vida, le dije, genuinamente escandalizado e incapaz de la diplomacia. A ver, y le arrebaté el ejemplar que todo el tiempo había sostenido en sus manos. Lo abrí al azar y leí: “Tú eres el bombero de mi incendio”. Cerré el libro y se lo devolví. Se hizo un silencio. Los dos mirábamos al suelo. Finalmente hablé. Retiro lo dicho, le dije. Usemos poetisa, al menos con Rúcula. Rúcula es y será una increíble poetisa todos los días de su vida. Me le quedé mirando. No supo qué decir. Se dio la media vuelta y alcancé a escuchar que murmuraba entre dientes: Arúgula.




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